¿Queréis que os confiese un pequeño defectillo que tengo?… Bueno, depende de por el lado que se mire también puede ser una virtud, pero la menda que escribe semanalmente en este blog se confiesa como una obsesiva de la limpieza. Siiiii, me ponen nerviosa las marcas de manos en las puertas de mi maravillosa cocina brillante, también las gotas de agua que se quedan en el espejo del baño y ya no os digo nada las del lavabo. Diariamente tengo que pasar la escoba en casa y llamarme loca pero siempre sale un montón de mierda (con las matas de pelo que quito todos los días podría hacer una peluca al mes). Pero sobre todo tengo obsesión con mis dientes; cada vez que como tengo que lavármelos y por supuesto que desde bien pequeña mi hija también ha adquirido esa costumbre (bueno vale, se la he implantado yo casi a la fuerza).
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La cajita de los recuerdos
Hace algunas semanas os contaba que habíamos guardado el chupete de Aitana en su cajita de los recuerdos y algun@s me habéis preguntado por esa caja, pues bien, he decidido hacer un post sobre ella y hoy os voy a descubrir qué es y qué guardo ahí.
Guardamos el chupete en la cajita de los recuerdos
Bueno en realidad esto es lo que ha pasado con el chupete, que ha quedado guardado en la cajita de los recuerdos de Aitana, pero la versión oficial es que lo tienen los patos del parque. Este, junto al paso del biberón a la taza del que os hablé la semana pasada, ha sido ha sido el que más le ha costado a nuestra hija y todo hay que decirlo, el que más pena nos ha dado.
Cambiamos el biberón por la taza de las hadas
El biberón, ese segundo hijo que nos ha acompañado en el último año, ya ha pasado al lado oscuro y tengo que decir que este es uno de los cambios que más le ha costado a nuestra peque, más incluso que la operación pañal de la que os hablé la semana pasada. Cómo el cambio de la cuna a la cama del que os hablé en otro post, dar el paso del biberón a la taza también fue iniciativa nuestra. Cada vez que salíamos teníamos que cargar con el biberón de la peque a todos lados y un buen día decidimos que deberíamos ir quitándoselo poco a poco.